Jueves 29 de marzo de 2012 a las 13:15 hrs.
Mi muy querida bienamada hija, Mi tiempo para más
sufrimiento ocurrirá mientras Mi Pasión en la Cruz sea conmemorada.
Ningún hombre comprende el alcance/la medida de Mi
sufrimiento durante Mi crucifixión ni la manera en que fui flagelado.
Mi flagelación fue lo peor. Fui golpeado salvajemente por
diez hombres y cada centimetro de Mi cuerpo fue cortado.
La Carne de Mi espalda fue desgarrada y Mis omóplatos eran
visibles.
Apenas me podía ponerme de pie y un Ojo fue magullado y
aplastado.
Solo podía ver por Mi ojo izquierdo.
En el momento que me llevaron ante Poncio Pilato y colocaron
la Corona de espinas en Mi cabeza, apenas podía sostenerme.
Ellos entonces me desnudaron antes de colocar una corta
vestidura roja sobre Mi cabeza y luego colocaron una rama de palma en Mi mano
derecha.
Cada espina era como una aguja, así de puntiaguda. Una de
esas espinas también traspasó Mi ojo derecho, que apenas me dejó capaz de ver.
Perdí tanta sangre que vomité y estaba tan mareado, que
cuando empecé a subir el Calvario, no podía sostener la Cruz.
Caí tantas veces, que tomó horas antes de que alcanzara la
cima de la colina.
Fui flagelado y azotado a cada paso del camino.
Mi cuerpo estaba todo ensangrentado y cubierto con un grueso
sudor producido por un sol abrasador.
Me desmayé algunas veces.
Mucho de esto era doloroso y agonizante, lo más espantoso de
todo fue el odio mostrado hacia Mí, no solo por los adultos a lo largo del
camino, sino por los niños pequeños, que me pateaban, porque ellos estaban
siguiendo el ejemplo de sus padres.
Los gritos que brotaban de sus bocas y el odio, no eran nada
comparado al miedo que tenían de Mí.
Porque, detrás de todo esto, ellos todavía no estaban
seguros si era o no, de hecho, el Mesías al que estaban esperando por tanto
tiempo.
Era más fácil, por lo tanto, odiarme, denunciarme en vez de
aceptarme, porque eso habría significado que ellos habrían tenido que cambiar
sus maneras.
Mi momento más agonizante fue cuando me tendí en el suelo
sobre Mi costado, habiendo sido pateado en la espalda de nuevo y vi a Mi amada
Madre mirándome.
Ella estaba derrumbada(con el corazón roto) y tuvo que ser
sostenida por dos de Mis discípulos.
Solo podía verla través del único ojo restante y casi no
podía soportar mirar su tormento.
Las burlas, los gritos y los rugidos de las multitudes de
cientos podían ser sentidos desde el suelo en donde Yo yacía y tomó seiscientos
soldados para organizar y supervisar la crucifixión Mía y la de otros seis.
Yo era el centro principal de su atención y los otros no
sufrieron como Yo lo hice.
Cuando Mis muñecas, en la base de Mis pulgares, fueron
clavadas a la Cruz, Yo ya no podía sentir.
Mi cuerpo estaba tan maltratado y golpeado, que Yo había
entrado en estado de schock.
Mis hombros estaban dislocados y Mis brazos fueron
arrancados de sus cavidades.
El peor daño físico fue infligido sobre Mi cuerpo antes de
que fuera clavado a la Cruz.
No dejé escapar ni un grito.
No protesté.
Solo un susurro.
Esto enfurecía a Mis verdugos, que querían una reacción para
satisfacer sus deseos.
Nunca me involucré con ellos, porque hacer eso habría
significado que Yo hubiera tenido que involucrarme con Satanás y sus demonios,
quienes infestaban sus almas.
Esta es la razón por la que su maldad hacia Mí era tan
intensa.
Estuve colgado en la Cruz por cinco horas.
El sol era abrasador y sin nubes que ayudaran a reducir la
quemadura de Mi piel.
En cuanto tomé Mi último aliento, Mi Padre envió nubes
negras, así como también truenos y relámpagos.
La tormenta que se llevó a cabo fue de tal magnitud aterradora
y
tan de repente que a los que me miraban no les quedó ninguna duda, en ese
momento, de que Yo era, efectivamente, el Salvador que había sido enviado por
Dios Padre.
Te revelo esto, hija Mía, como un regalo para ti a cambio
del inmenso acto de sufrimiento que me has ofrecido.
Dí a Mis hijos que Yo no lamento Mi Pasión en la Cruz.
Lo que lamento es que Mi sacrificio ha sido olvidado y que
muchísimos niegan que Mi crucifixión se haya llevado a cabo.
Muchos no tienen idea de lo que Yo tuve que sufrir, así como
muchos de Mis apóstoles no presenciaron Mí subida al Calvario.
Lo que me hiere hoy día es que muchos todavía me niegan.
Mi súplica a ustedes, Mis seguidores, es que no permitan que
Mi Crucifixión se desperdicie.
Yo morí por TODOS los pecados, incluyendo los que se cometen
hoy.
Quiero y necesito salvar incluso a aquellos que me niegan
aún hoy día.
Su Amado Salvador,
Jesucristo
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