Lunes 22 de abril de 2013 a las 16:00 hrs.
Hija mía, a fin de que los hijos de Dios sean salvados,
deben seguir el sendero de mi Hijo. Deben aceptar que, para hacerse dignos de
Su Reino, deben ser despojados de influencias mundanas, que los separan de
Dios.
Aquellos que acuden a mi Hijo, a medida que desean alcanzar
la Verdad, verán una serie de cambios teniendo lugar en sus vidas. Para
aquellos quienes no lo conocen y que abren sus corazones a Él por primera vez,
llorarán lágrimas. Estas lágrimas serán como un resultado del amor el cual Él
infundirá en sus corazones y estarán sobrecogidos. Estas son las lágrimas de
conversión. Sus corazones y almas se llenarán con un amor, el cual nunca han
conocido antes. Este es el Amor de Dios y es un Don del Cielo.
Poco después, llenos de la Luz de Dios, atraerán la
oscuridad del maligno, quien busca almas que están llenas de esta Luz. Aquí es
cuando sufrirán a manos de otros, que son utilizados por el maligno, para
atacar la fe de ellos y su lealtad a Dios.
Aquellos con un sencillo amor por mi Hijo, vacíos de toda
arrogancia y orgullo humanos - quienes no sucumben a las presiones de aquellos
que rechazan a mi Hijo – sufrirán justo como Él. Sentirán dolor cuando
atestigüen el pecado, ya que sienten el mismo dolor como mi Hijo. Caerán y
tropezarán, tal como mi Hijo lo hizo en el Camino al Calvario. Por el tiempo
que vivan, sentirán el dolor del sufrimiento de mi Hijo. Este permanecerá con
ellos hasta que la purificación final del mundo esté completa.
Nunca sintáis que esta lealtad a mi Hijo está por siempre
teñida solamente de dolor, porque también trae un gozo, una paz y una
esperanza, las cuales traen vida eterna. Nunca debéis permitir que vuestro
amor por mi Hijo os separe de todos los hijos de Dios. En su lugar debéis
llegar a todo el mundo, especialmente a aquellos que nunca han abierto sus
corazones a mi Hijo. Ellos necesitan vuestra ayuda. A través del Don de la
conversión, se os han dado las Gracias necesarias para traer estas almas a mi
Hijo. Debéis hacer esto a través de la aceptación del dolor que debéis soportar,
como un soldado de Cristo, y por vuestras oraciones y sacrificios por otros.
Vuestra amada Madre
Madre de la Salvación